lunes, 6 de abril de 2009

Armonía 10, 37 años de buena música

Armonía 10 es más que una orquesta “pasada de moda”. Es la unión de varias escuelas musicales bajo una misma denominación. Dos trompetas, un trombón, un órgano, unos timbales, un bongó, una guitarra eléctrica y tres micrófonos, fueron suficientes para que una mañana de marzo de 1972, diez jovenes norteños, bajo el techo de una humilde casa del entonces joven barrio de San Martín, le dieran vida a una de las instituciones musicales más trascendentales de la región Piura.

Pero, para entender mejor el fenómeno, repasemos el contexto.

Para finales de los 60, la ciudad de Piura empezaba a experimentar cambios radicales. Las migraciones provinientes del Alto y Bajo Piura, comenzaban a poblar zonas que años atrás tan sólo habían constituído terrenos eriazos o chacras, ciertamente distantes al damero urbano de la tradicional “ciudad de los burros, algarrobos y Seminarios”. Rápidamente, el lado oeste de la urbe empezaba a teñirse del claro color de las esteras y de gente, impulsada por sueños y falencias económicas que suplir. La explosión demográfica, paralela al famoso “Huayco andino” limeño, había empezado. La reforma agraria (que en Piura se ejecutó a una velocidad nada burocrática), sólo ayudó a agilizar éste proceso.


Armonía 10 aparece precisamente por ésos agitados años. Había transcurrido apenas una década del primer asiento humano en territorio sanmartinense cuando la orquesta comenzó los primeros ensayos. No es de extrañar entonces la naturaleza de los apellidos que rodeaban a la agrupación: Chiroques, Lozadas, Naquiches, Peñas, Chungas y Florianos, acompasaban sus humildes vidas al ritmo de lo que tenían a la mano. Cumbia colombiana, cumbia andina, salsa, bolero y nueva ola fueron los géneros que caracterizaron a la primera generación de Armonía 10.


Sin embargo, a pesar de su génesis setentero, la saga elepetera no vendría sino hasta mediados de los ochenta. El año de 1983 fue crucial para la ciudad; un fuerte periodo de lluvias había azotado a la región, dejando notorios estragos en la infraestrucutura urbana; el Perú llegaba por última vez a disputar un mundial y los noticieros nos informaban de ataques terroristas -aislados, según el gobierno- sucedidos en remotos poblados de la sierra central y sur. Ese mismo año y bajo el mismo contexto, Armonía 10 graba el “Volúmen Nº 1″ con el sello limeño INFOPESA; un vinilo de 45 RPM, contenía el primer trabajo de un grupo, que aún estaba tras los pasos de un estilo propio.

Pero, para encontrar la esencia de la orquesta que llegamos a idolatrar a mediados de los 90, debemos explorar más. La siguiente publicación (El Chinchorro, INFOPESA, 1985), muestra el trabajo de una orquesta ya madura y con un rumbo definido. Ya no era la “orquesta de las latas”, como en secreto la habían bautizado los churres del barrio; el paso de los años y la constante practica, habían hecho de los otrora noveles músicos del barrio, dueños de un estilo particularmente suyo.

Y comenzó la expansión, ya no eran 10 los músicos ni 4 los gatos que acudían a sus presentaciones. Sus negros parlantes se trasladaron desde el pampón de San Pedro, hasta algún local trujillano. “Dale cholo, que Lima está cerquititita”. Pronto la metrópoli los pedía a gritos. El grupo aquél que entró por la ventana a las emisoras limeñas, ahora veía sus canciones ,grabadas más de una década atrás, hechas un boom en el Perú, Ecuador y Bolivia. El Club de Tiro del Rímac explotó, los locales del Cono Norte no se daban abasto para albergar a tanto público y la orquesta -que más bien era una Armonía 25 0 30-, se daba el lujo de decir ante 30 000 personas, que era Armonía 10 y también que era de Piura. Finalmente, y después de más de 25 años, el grupo de la casita de adobe, veía realizado el sueño de don Juan de Dios Lozada Naquiche, el viejo comerciante quien alguna vez lo fundó.


Pero Armonía 10 no es sólo la historia de un grupo de pueblo que llegó a ser famoso. Es la esencia del barrio piurano. Es la música que representa ese lado de Piura, que los escritores no mencionan cuando hablan de huacas encantadas y bandoleros. Es la idiosincrasia del asentamiento humano en el cual, quizás, tú creciste. Es la alegre voz de aquel gordito con un peinado “African Look”, que dedica su canción “El Cervecero” a Pachitea, San Martín, Santa Julia y El Bosque. Es la Parranda 12, que recuerdo coreando en una mototaxi, a la salida de mi primer grado sanmiguelino. Es tu arenal y las travesuras de infante que lograste, orgullosamente, cometer en agravio de una vecina renegona. Es el grupo de tu barrio, del “de más allacito” y del que ahora se aventura a seguir penetrando el desierto, como lo hicieron tus viejitos tres décadas atrás. Es el balde de chicha que celebraste bajo una bandera blanca al ritmo de algún Sanjuanito Mix. Es la parrillada “Pro algo” que zapateaste con un éxito cumbiero. Armonía 10 es más que una orquesta. Es lo que mejor sintetiza eso que uno recuerda de pequeño. De todos los jañapes que cazaste y de todos los churres que vendrán. De tu vida y de la mía. Es don “Makuko” Gallardo, don Percy Chapoñay, don César Saavedra, don Wilmer Peña, don Jorge Villaseca; los churritos Christian, Frank y Wilson, la familia Lozada, el “Gato” Luis Bazán, y todos los que por ahí cayeron; quienes pasarán a la posteridad, como don Rafael Otero, Los Tacaleños o Los Cuyuscos, como un elemento más de nuestro folklore, de nuestro sentir cantado, tan caluroso, tan alegre, tan piurano.


Muchas gracias, a tantos músicos, por alegrarnos la vida, por alimentar nuestra cultura. Por dejarle decir a mi asentamiento humano, ” yo también soy Piura”. Saludos Nueva Esperanza, Quinta Julia, Consuelo de Velasco, Los Algarrobos, Coscomba, Villa Perú Canadá, San Martín, Chiclayito, Tacalá, La Primavera, Piura toda, saludos Armonía 10. Nos vemos en tus 50 años.

martes, 14 de octubre de 2008

Piura y el clasismo

Mientras un grupo de clase media juega a la aristocracia y a los clubes privados, otro grupo, a escasos minutos del primero, subsiste en el arenal con pandilleros y desagues rotos. No es una cuestión de reniego marxista ni un escrito que pregona la igualdad, es sólo un pequeño análisis del mundo y el entorno que rodea el retroceso de mi ciudad, o bueno, mi aldea.

Mi vida en Lima al principio no fue fácil, tuve que lidiar con un ritmo de vida diferente al que estaba costumbrado. Han pasado 9 meses ya, y ahora las cosas se han invertido: se me hace casi impensable programar mi vida a la velocidad piurana, una velocidad que a veces añoro, y de la que a veces también reniego. El punto es que tuve que llegar y chocarme con ésta metrópolis para recién poder tener una visión crítica de la idiosincracia de mi ciudad, el trago amargo me lo tome de a poquitos y recien por éstas fechas estoy terminándome la copa. Uno de esos sorbos que tristemente me tuve que beber fue el del clasicismo... vivo en Pueblo Libre (a nadie le interesa que sea clase media), tengo amigos de Comas (nadie se burla de su lejanía y su estatus), de Jesús María (¿quién te preguntó?), y también de La Molina (si, algo de clase alta, pero insisto, ¿a quién le interesa?).

Hasta aquí, hábil lector, ya entendió el punto al que quiero llegar. Mi formación piurana fue netamente de barrio, aunque en muchas ocasiones me inmiscuí en los círculos de clase media de la zona norte de la ciudad. Colegio estatal, academia misia, barrio de cono, ¿qué más podía pedir?, nadie me podía decir qué era vivirla. Sin embargo, un prejuicio azotaba (o bueno, azota) enormemente el curso de las relaciones sociales en Piura: el barrio cuenta.

Y el tema es al borde patético, tan patético como que un alumno de colegio estatal diga a la chica que afana en la discoteca, que es de tal o cual colegio (claro está, menciona cualquier privado, menos el suyo, el estatal :D). Me crié también en ése ambiente, y en algún momento hasta llegué a creerme todo ese rollo de normas sociales cojudas.

La ciudad se cae a pedazos, y eso si es algo que todos (los de la clase baja humilde, y los de la clase media que supone ser alta), tienen en común. Las pistas se rompen en Nueva Esperanza, pero también en Bello Horizonte; los desagues se atoran en El Indio, y en Santa María del Pinar también. Queda mucho camino por recorrer. Mientras que los de abajo piensen que lo de arriba es lo ideal; y los de arriba supongan que lo de abajo es asquiento y chabacano, las cosas seguirán como ahora, y la Circunvalación nunca será terminada, y nunca acabarán con el terminal terrestre, y la ciudad no tendrá una sóla vía de evitamiento, y los by pass y puentes peatonales serán cosas de otros lugares.

Fotos extraídas de:
http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=345120
http://home.tiscali.nl/hulshoff/reports1.htm






jueves, 24 de abril de 2008

Cuando lo andino influye en un costeño

Nací con cumbia, me crié con ella, mi adolescencia transcurrió en mi apacible ciudad al son de las parrandas de Armonía 10, Agua Marina, Tony Rosado, Cantaritos de Oro, Internacional Karibe, etc., y al llegar a Lima me choqué con una realidad ajena a la mía. Aunque está de moda la cumbia de mi zona, hay un imperio que jamás, nadie podrá quebrantar, el imperio de la chicha.

Recuerdo que cuando tenía 10 años, se puso de moda en Piura una canción que hasta el día de hoy tarareo por completo "cuando acabarán mis penas, cuando acabará mi dolor, si he nacido con mal signo, recógeme pronto señor...", ¿Los Ecos? ¿y quiénes son esos? le pregunté a mi hermano, el me respondió que era un grupo limeño de "chicha"... ¿Chicha? ¿y qué chicha es eso?, la duda quedó retumbando en mi cabeza por mucho tiempo, pero los medios de comunicación pudieron más: al llegar mis 12 años, con tanta campaña involucrada con ésta línea musical y su entorno cultural, yo ya tenía una idea formada de lo que era eso, "pero no me gusta, suena muy chavacano" fue mi conclusión durante la pubertad, lo mismo sucedió durante toda mi adolescencia pre-Lima, no podía entender aún la trascendencia cultural de éste movimiento.

A pesar de haber visto la serie de Chacalón y Néctar, a pesar de haber bailado muchas veces "Pecadora" ó "El Arbolito", aún la chicha no me convencía, no le hallaba la gracia, pronto me daría cuenta de cuán equivocado estaba en mis ideas.

Todo empezó una noche en el Parque España de la Avenida Arequipa, el Centro Cultural de España había organizado todo un Festival que trataba de mezclar "la chicha con limonada", en los carteles se promocionaban grupos de Hip Hop, electrónica, folkóricos y chicheros. Aquel día, por la inauguración se presentaba un grupo del cual, como dijo un cholo piurano "había oído mentar mucho", pero conocía poco de su producción, así que por simple curiosidad e impulsado por Sol, mi enamorada, fuimos a ese concierto, no tenía nada que perder, era gratuito.

Luego de una bonita danza de un grupo de la provincia limeña de Yauyos (es provincia limeña, ¿no?), se presentó éste grupo, "Somos Los Shapis señores, desde Chupaca, Junín", luego de una breve introducción. comenzó el espectáculo... y empezó la magia... y sentí un cosquilleo por todo el cuerpo... y todo me recordó aquellas noches en el Club de Tiro de Piura, chongueando con mis patas, pero ésta vez no era una orquesta cargada de trompetas, trombones y congas, todo era reemplazado por una guitarra eléctrica, ésta vez no eran piuranos ni lambayecanos ni trujillanos, ésta vez eran del centro, de Chupaca, de la Sierra, era algo chévere, era chicha.

Al observar ese panorama, me dí cuenta de cuan herrado estaba cuando, en mi tierra criticaba algo que simplemente, no conocía. El ver a un turista zapateando con un borracho, gente de la UNI y San Marcos coreando a todo pulmón "El camionero", "Ambulante soy", "Cervecita", canciones, vergonzosamente ignoradas por el que escribe.

La chicha, un movimiento cultural que ha trascendido a nivel internacional, hoy recien me entero que "Eres mentirosa", "Colegiala", "Cariñito", son de mi país, toda la vida pensé que eran mexicanas o centroamericanas. La chicha, la música que representa al provinciano que intentó, desde los '50 labrar un porvenir en ésta difícil sociedad metropolitana.

La chicha, la música de aquellas personas que llegaron a un arenal y lo convirtieron en importantes zonas comerciales y residenciales. La chicha, la música que acompañó al venido de afuera en su lucha por ganarse un espacio aqui, en la misma ciudad en la que ahora resido, esa música de los que mil veces décadas atrás intentaron decirle al otro Perú, al de la costa "eyyy aqui estamos"... y saben qué es lo que más me gusta?, que lo lograron, que sumaron fuerzas y forjaron la nueva ciudad, que hoy me abre sus puertas sin ningún problema y me dice "tú eres de provincia? a que chévere, mi viejo también".

Gracias provincianos de antaño, por pasar las cosas que a mi no me tocaron pasar, por dejarnos el camino libre a los de las nuevas generaciones, me saco el sombrero por ustedes.

No importa si eres del progresivo norte, del potencial centro, del luchador sur o del risueño oriente, siempre que podamos, bailémonos una chichita... porque... "Si se marchó sin un adiós, que se vaya, que se vaya..."

martes, 22 de abril de 2008

Sacado de algún pueblito norteño...

7: 35 p.m., parada en medio de la vereda, la Nera Tati lanza la última bocanada de humo al aire, es suficiente, siente el estómago pesado y un malestar invade su organismo, quizás los 10 cigarros fumados uno tras otro ahí, en la misma posición, una pierna más adelante que la otra y los brazos cruzados, han pasado factura por su cerebro. Se impacienta.


- ¿Aló? Son las 7 y 49 webón, esta vaina ta que se enfría –reclama algo amargada a través del celular-
- Sorry Nera, la webona de Grecia no me quería soltar, estoy en camino –suena implorando la voz de César-
- Claro, como tú ya polveaste, tranquilazo estás, apúrate –replica entre iracunda y ansiosa-
- Uyy te molestas cuando no te dan tu pastilla –exclama César -tonito cachoso- espera que ahorita llega tu Boticario
- Jajaja, tirar te hace hablar webadas, ven rápido perrito


8: 17 p.m., Carlos se baja de la combi y comienza a caminar, paso tras paso, sus manos juegan entre si mientras intentan desatar la corbata, con la camisa afuera y el saco colgado en la cabeza a manera de capucha, tararea una legendaria cumbia, está feliz, demasiado, su tesis fue aprobada, y ahora es un medico cirujano, faltan metros para llegar a su casa, y sabe que lo espera alegría, felicitaciones, cerveza por hectolitros, y una flaca coqueada en alguna disco de la ciudad. Una breve llamada, y listo, desaparece en medio de la bulla casera, lo espera una larga, y claro, con tanto cloro, dura noche.


8: 37 p.m., se acomoda el pantalón de drill, se pone el gorro, le pide bendiciones a la estampita del Señor Cautivo, y sale. Ser guachimán, para Miguel, no es tarea fácil, noches calurosas plagadas de borrachos, mujeres casi arreadas por lobos que las llevan quien sabe a donde, patrulleros, ambulancias y Serenazgos que transitan rudamente, son parte del espectáculo que le toca ver todas las noches a través de su precaria caseta, los algarrobos, sólo los algarrobos, danzando al compás de las estrellas, pueden apaciguar su hiperactivo ánimo.


9: 05 p.m., corre y corre, pero que más da, sólo faltan 2 cuadras y sabe que le tocará una noche en calabozo, es obvio, sino qué hacen 6 serenos persiguiendo a un calato eufórico que, maratónicamente recorre la principal arteria de la ciudad, y amenaza con entrar a la Catedral, y espantar a toda la caterva de frígidas cucufatas que en ese momento rezan. Tan sólo 30 minutos antes Sergio estuvo toneando con su gente en una discoteca de una importante zona residencial al norte del centro de la ciudad, y ahora, borracho y alegre, como suele estar, corre por su vida, corre por las cinco cajas de chela que apostó, y que está a punto de ganar, total, la gente que ahora lo ve, mañana no lo juzgará, el es dueño de su vida y siente la seguridad de que nadie ahí le escandalizará el ver lo que hace con ella.


9: 16 p.m., después de una cansada semana repartidas entre la universidad y su trabajo como cocinero de China Wok, Bryan, o bueno, Krystell, se alista para ver a su pareja, tiene 19 años y 7 como homosexual declarado, no es una loca como ella siempre lo dice, no toma la opción como algo meramente sexual, y Juan Carlos, su pareja, bisexual por convicción y abogado por obligación, concuerda con ella. Más tarde ambos se juntarán y después de demostrar el cariño mutuo en la puerta de la casa de los padres de Krystell, a quienes JC conoce y estima, parten a alagún lugar tranquilo y apacible de la ciudad, más tarde estarán sentados en una banca de parque besándose, abrazándose, y conversando de su quehacer diario, de sus miedos y sus inquietudes. Nadie se burlará de ellos, nadie los mirará con asco, nadie dirá que eso es algo inaudito, nadie será intolerante con ellos. Nadie de los que viven en esa ciudad.


9: 27 p.m., termina de limpiar su trompeta, y mientras su hermanita la guarda en el estuche, Aarón termina de arreglarse el colorido terno, esta noche es de parranda, y sabe que tendrá que ponerle ganas a su trabajo si quiere hacer bailar a las más de 10 000 gentes que ahí, apretaditos, lo esperan. Tiene 17 años pero toca en una importante orquesta de cumbia de un cono de la ciudad, le gusta su trabajo, porque en cada presentación interactúa con el público, porque ahí, tocando su instrumento, transmite alegría, que llega a trastocar el sentimiento colectivo de los ahí presentes, todo eso, logra recrear un panorama, similar al que ahora se muestra ante sus ojos mientras sube a la tarima del Club de Tiro junto con sus 14 compañeros: un mar de gente riendo, tíos bailando solos con una botella en la cabeza, chicas bailando entre ellas con una caja de chela al lado, tíos fumados subidos en los hombros de otros fumados gritando cosas incoherentes pero graciosas, Aarón tiene 17 años, y su adolescencia le basta para apreciar a un pueblo alegre, divertido, le encanta vivir aquí, donde nunca se deja de reír.


9: 45 p.m., “apúrate o no llegas” se escucha del cuarto de al lado la voz de su madre, quien ahora ve una novela recostada en su cama, “chau mami, regreso más tarde” grita apurada, mientras cierra la puerta, esta noche Lenith debe reemplazar a un amigo en un centro nocturno donde es Dj, cuando comenzó, a los 17 años, en el medio sólo habían hombres, pero poco a poco se fue ganando un lugar , y ahora a sus 22 años, conoce a 4 chicas más que comparten los mismos gustos que ella por la música y las discotecas, dos décadas después de haber nacido, siente muchas metas satisfechas y a gusto trabajando en algo no muy usual en una ciudad no muy grande de un país no tan liberal.


Son las diez en punto de la noche de un viernes de marzo en la calurosa San Miguel de Piura, y al son de un imaginario tondero, la ciudad se puso de pie, no importe si es Tati y César en Ignacio Merino, Carlos en San Martín, Miguel en San Sebastián, Sergio en Santa María del Pinar, Krystell y JC en Miraflores, Aarón en Nueva Esperanza o Lenith en Los Ficus, el inconsciente colectivo dirige su mirada hacia un mismo rumbo.

Piura y sus 500 000 saben que todo está cambiando, que quizás pronto dejarán de circular piajenos por las calles de la ciudad, que quizás la siguiente generación no entenderá el significado de una bandera blanca en la parte exterior de una casa, que quizás Piura se llenará de distritos, by pass, y carros largos con infinitas rutas y los algarrobos serán reemplazados por semáforos, pero ese espíritu pachanguero y liberal, que caracterizó a mi bisabuelo siendo peón de hacienda, a mi abuelo como soldado de guerra, a mi viejo, el profe de pre; o a mi, estudiante, seguirá formando parte de la personalidad del pueblo en conjunto.

El que si algún día nos hacemos una caótica metrópoli o quedamos como un apacible pueblo, eso no importa, siempre habrá tiempo para gozar la vida.



sábado, 19 de abril de 2008

La vacuna, mi martirio

Mientras escribo esto, escucho "Visa para un Sueño" de JLG, pero para buscar una visa no precisamente me he metido a éstas cabinas, seré resumido, mi martirio de una semana, todo por una fucking vacuna:
Lunes 14 de Abril de 2008:

4: 00 p.m., luego de salir de mi academia, en Santa Beatriz, tomé la 18 (número de ruta del bus que me lleva a casa), llegué a ella y tras dejar mis cosas sobre la cama, me lavé la cara y salí al Hospital "Santa Rosa", en la Avenida Sucre, a unas 6 cuadras de donde vivo, entré por la puerta principal, y le pregunté por la Campaña a una señorit sentada tras una mesa.

- Buenas tardes, disculpe, sobre la vacuna para la Hepatitis?
- Buenas tardes -respondió amablemente- aqui en los Hospitales no se vacuna, debes ir a una Posta, pero la atención es de 8 a 12, toma, para que te informes más -me entregó un afiche que lo veo por quinta vez, y que francamente, no me informa-
- Ok amiguita, muchas gracias -respondí sonriendo-

Martes 15 de abril de 2008

¿De 8 a 12? Osea que no podré vacunarme nunca -pensé-, pero casualmente al día siguiente tuve espacio libre desde las 10, así que me dirigí a la Posta de Magdalena, ya que la señorita me indicó que esa era la opción más factible por mi ubicación. ¿Eres de Magdalena? me preguntó escuetamente una enfermera al preguntarle por la famosísima vacuna, "no", respondí yo, "entonces debes ir a la Posta de tu distrito", una sonrisa a secas y me botó amablemente.

"Quizás por ser un establecimiento pequeño atienden sólo a la jurisdicción, cuando tenga tiempo iré al Hospital del Niño, ahí hay un letrero grandazo de la Campaña" pensé inocentemente.

Sábado 19 de abril de 2008 (osea hoy, por la rcsm)

Aún ilusionado con el tema de la vacuna, me bajé en el Hospital del Niño en la Avenida Brasil, crucé la pista, una NM 29 casi me atropella, el imprudente fui yo, subi las escaleras, y me encontré con un señor de chalequito azul revisando los paquetes de los que entraban al Hospital.

- Buenos días señor, una pregunta, dónde me puedo vacunar para la Hepatitis?
- Ah sí -expresó apurado- aqui a la vuelta, la segunda puerta -me dijo indicándome la parte lateral del Hospital.
- Muchas gracias

Caminé tarareando "El Cervecero" de Armonía 10, ya que recién la había escuchado en el micro, y entré por la referida puerta, una flaca buenota, de unos 18 años, se agarraba el algodón que tenía pegado en el brazo.

- Señor -le dije a otro chalequeado azul- disculpe, lo de la Hepatitis
- Sí, eres de Breña?
- No, soy de Pueblo Libre -en realidad soy de Piura, señor-
- Entonces debes ir a la Posta de Pueblo Libre (¿¿¿¿¿¿¿¿¿?????????)
- Ah... ok.... muchas gracias... -dije algo confundido y frustrado-

Entonces mi entusiasmo por vacunarme desapareció, algo ofuscado tomé otro micro que me deje en Bolívar, y aqui estoy, metido en una cabina, buscando la dirección de esa, aparentemente utópica posta, ya no con la Visa para un sueño, sino con Avenida Larco de Frágil.

¿Por qué tanto embrollo para una vacuna? ¿Habrán tantos adolescentes interesados como yo en esa vacuna que harán todo lo que yo hago sólo para recibir el famoso pinchazo? ¿El MINSA piensa que todos las personas entre 2 y 19 años están en los Centros Educativos? ¿Por qué en la Web del MINSA dice "En todos los establecimientos de salud del Ministerio a nivel nacional de 8.00 a 5 horas. " y no mencionan, que sólo las Postas, y no los Hospitales Nacionales vacunan? ¿En realidad existe esa Posta en Pueblo Libre?

De momento, no renuncio en la búsqueda de esa vacuna, que ya más parece la Piedra Filosofal, me voy algo frustrado de éstas cabinas, porque en una hora sólo conseguí el Número de INFOSALUD del Minsa, llamaré... y si me dicen más de lo mismo???.

Y tú, ya te vacunaste?

Amo mi paciencia.




jueves, 17 de abril de 2008

No me acostumbro

El sudor corre por mi frente y se despliega rápidamente por todo mi rostro, me llevo la mano por enésima vez a la nariz para secarla y repito una vez más: no me acostumbro.

Llevo sólo tres meses, y mis pies parecen renunciar a caminar una vez más por las largas veredeas de ésta, mi nueva ciudad. Soy un provinciano más en la capital, pero no, no uno que reniega de su vida en la metrópoli, muy por el contrario, lo he dicho cientos de veces frente a mis amigos limeños: me encanta Lima, con su caos y sus choros, con mis amigos y mi nueva vida, con su indiferencia y doble moral, con su gente tan chévere y mis experiencias tan lindas.

Vivir aqui no es algo cotidiano, a pesar de lo rutinario que significa sacarte la mugre día a día, todos los días, en cada pisada y cada minuto nos (o bueno, me) pasan cosas dignas de contar una y mil veces: cosas bacanes, desagradables, horrorosas, inolvidables, fantásticas, en fin, las cosas que pasan en una ciudad tan variada, tan limeña.

Estoy aqui para contar lo que me sucede y lo que pienso de Piura y Lima, de mi visión de las cosas como provinciano que mira positiva y alegremente lo que le toca vivir en su andar por esta tan puta y tan linda ciudad.

Extraño Piura y espero volver allí por Semana Santa, experimentar nuevamente eso que un piurano hace a diario: reír sin parar, reír con mis amigos contando cada cosa que nos haya sucedido en todo el verano, volverme a comer un ceviche donde la Amalia o en Catacaos Chiquito*, jugarme un fulbito en la cancha de mi barrio y preguntarle a la gente ¿barro o vidrio?, volver a abrazar a Mely o Sofiíta, gente que se me fue hace ya casi medio año y que ahora están de regreso, tonear con Armonía 10, Agua Marina, Mallanep, Plus Paub o Corazón Serrano en el Club de Tiro o en el Arbolito de la Primavera, vagar por las calles de mi ciudad y acostarme en las aún tibias veredas de mi cuadra a gozar de un anochecer plagado de estrellas viendo como se agitan las ramas de los algarrobos y fumando un mentolado.

Tengo sólo 16 años y siento que he pasado todo un siglo experimentando cosas cheveres en estas dos ciudades.
Por el momento, me contento con el Concierto por los 36 años de Armonía 10 en la Carretera Central, aunque me da miedo ese ambiente tan peligroso, iré con una mancha de norteños (chiclayanos, piuranos y trujillanos) para gozar una vez más en Lima, la testiga de mis mejores días.

Porque la vida es un carnaval y cotradiciendo a Chacalón, no todo en esta ciudad es dinero y maldad, pienso seguir escribiendo, bonito y feo sobre ambas ciudades, a la primera por ser la formadora de mi personalidad, y a la segunda, por mostrarme lo chévere y variopinto que es el Perú, me siguen?

Fernando Erre
Cabinas "Jegi" - Av. Bolívar con Brasil
Sigo con calor y tengo ganas de caminar.