martes, 22 de abril de 2008

Sacado de algún pueblito norteño...

7: 35 p.m., parada en medio de la vereda, la Nera Tati lanza la última bocanada de humo al aire, es suficiente, siente el estómago pesado y un malestar invade su organismo, quizás los 10 cigarros fumados uno tras otro ahí, en la misma posición, una pierna más adelante que la otra y los brazos cruzados, han pasado factura por su cerebro. Se impacienta.


- ¿Aló? Son las 7 y 49 webón, esta vaina ta que se enfría –reclama algo amargada a través del celular-
- Sorry Nera, la webona de Grecia no me quería soltar, estoy en camino –suena implorando la voz de César-
- Claro, como tú ya polveaste, tranquilazo estás, apúrate –replica entre iracunda y ansiosa-
- Uyy te molestas cuando no te dan tu pastilla –exclama César -tonito cachoso- espera que ahorita llega tu Boticario
- Jajaja, tirar te hace hablar webadas, ven rápido perrito


8: 17 p.m., Carlos se baja de la combi y comienza a caminar, paso tras paso, sus manos juegan entre si mientras intentan desatar la corbata, con la camisa afuera y el saco colgado en la cabeza a manera de capucha, tararea una legendaria cumbia, está feliz, demasiado, su tesis fue aprobada, y ahora es un medico cirujano, faltan metros para llegar a su casa, y sabe que lo espera alegría, felicitaciones, cerveza por hectolitros, y una flaca coqueada en alguna disco de la ciudad. Una breve llamada, y listo, desaparece en medio de la bulla casera, lo espera una larga, y claro, con tanto cloro, dura noche.


8: 37 p.m., se acomoda el pantalón de drill, se pone el gorro, le pide bendiciones a la estampita del Señor Cautivo, y sale. Ser guachimán, para Miguel, no es tarea fácil, noches calurosas plagadas de borrachos, mujeres casi arreadas por lobos que las llevan quien sabe a donde, patrulleros, ambulancias y Serenazgos que transitan rudamente, son parte del espectáculo que le toca ver todas las noches a través de su precaria caseta, los algarrobos, sólo los algarrobos, danzando al compás de las estrellas, pueden apaciguar su hiperactivo ánimo.


9: 05 p.m., corre y corre, pero que más da, sólo faltan 2 cuadras y sabe que le tocará una noche en calabozo, es obvio, sino qué hacen 6 serenos persiguiendo a un calato eufórico que, maratónicamente recorre la principal arteria de la ciudad, y amenaza con entrar a la Catedral, y espantar a toda la caterva de frígidas cucufatas que en ese momento rezan. Tan sólo 30 minutos antes Sergio estuvo toneando con su gente en una discoteca de una importante zona residencial al norte del centro de la ciudad, y ahora, borracho y alegre, como suele estar, corre por su vida, corre por las cinco cajas de chela que apostó, y que está a punto de ganar, total, la gente que ahora lo ve, mañana no lo juzgará, el es dueño de su vida y siente la seguridad de que nadie ahí le escandalizará el ver lo que hace con ella.


9: 16 p.m., después de una cansada semana repartidas entre la universidad y su trabajo como cocinero de China Wok, Bryan, o bueno, Krystell, se alista para ver a su pareja, tiene 19 años y 7 como homosexual declarado, no es una loca como ella siempre lo dice, no toma la opción como algo meramente sexual, y Juan Carlos, su pareja, bisexual por convicción y abogado por obligación, concuerda con ella. Más tarde ambos se juntarán y después de demostrar el cariño mutuo en la puerta de la casa de los padres de Krystell, a quienes JC conoce y estima, parten a alagún lugar tranquilo y apacible de la ciudad, más tarde estarán sentados en una banca de parque besándose, abrazándose, y conversando de su quehacer diario, de sus miedos y sus inquietudes. Nadie se burlará de ellos, nadie los mirará con asco, nadie dirá que eso es algo inaudito, nadie será intolerante con ellos. Nadie de los que viven en esa ciudad.


9: 27 p.m., termina de limpiar su trompeta, y mientras su hermanita la guarda en el estuche, Aarón termina de arreglarse el colorido terno, esta noche es de parranda, y sabe que tendrá que ponerle ganas a su trabajo si quiere hacer bailar a las más de 10 000 gentes que ahí, apretaditos, lo esperan. Tiene 17 años pero toca en una importante orquesta de cumbia de un cono de la ciudad, le gusta su trabajo, porque en cada presentación interactúa con el público, porque ahí, tocando su instrumento, transmite alegría, que llega a trastocar el sentimiento colectivo de los ahí presentes, todo eso, logra recrear un panorama, similar al que ahora se muestra ante sus ojos mientras sube a la tarima del Club de Tiro junto con sus 14 compañeros: un mar de gente riendo, tíos bailando solos con una botella en la cabeza, chicas bailando entre ellas con una caja de chela al lado, tíos fumados subidos en los hombros de otros fumados gritando cosas incoherentes pero graciosas, Aarón tiene 17 años, y su adolescencia le basta para apreciar a un pueblo alegre, divertido, le encanta vivir aquí, donde nunca se deja de reír.


9: 45 p.m., “apúrate o no llegas” se escucha del cuarto de al lado la voz de su madre, quien ahora ve una novela recostada en su cama, “chau mami, regreso más tarde” grita apurada, mientras cierra la puerta, esta noche Lenith debe reemplazar a un amigo en un centro nocturno donde es Dj, cuando comenzó, a los 17 años, en el medio sólo habían hombres, pero poco a poco se fue ganando un lugar , y ahora a sus 22 años, conoce a 4 chicas más que comparten los mismos gustos que ella por la música y las discotecas, dos décadas después de haber nacido, siente muchas metas satisfechas y a gusto trabajando en algo no muy usual en una ciudad no muy grande de un país no tan liberal.


Son las diez en punto de la noche de un viernes de marzo en la calurosa San Miguel de Piura, y al son de un imaginario tondero, la ciudad se puso de pie, no importe si es Tati y César en Ignacio Merino, Carlos en San Martín, Miguel en San Sebastián, Sergio en Santa María del Pinar, Krystell y JC en Miraflores, Aarón en Nueva Esperanza o Lenith en Los Ficus, el inconsciente colectivo dirige su mirada hacia un mismo rumbo.

Piura y sus 500 000 saben que todo está cambiando, que quizás pronto dejarán de circular piajenos por las calles de la ciudad, que quizás la siguiente generación no entenderá el significado de una bandera blanca en la parte exterior de una casa, que quizás Piura se llenará de distritos, by pass, y carros largos con infinitas rutas y los algarrobos serán reemplazados por semáforos, pero ese espíritu pachanguero y liberal, que caracterizó a mi bisabuelo siendo peón de hacienda, a mi abuelo como soldado de guerra, a mi viejo, el profe de pre; o a mi, estudiante, seguirá formando parte de la personalidad del pueblo en conjunto.

El que si algún día nos hacemos una caótica metrópoli o quedamos como un apacible pueblo, eso no importa, siempre habrá tiempo para gozar la vida.



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